Desde las entrañas del volcán

Desde las entrañas del volcán
Blog-experimento. Espacio onírico. Utopía en proceso de construcción. Soy comunicadora audiovisual, guionista, escritora, feminista, militante de lo colectivo, artista, activista, anticapitalista y hechicera de la revolución. Colaboro con varias publicaciones y me apunto a un bombardeo. Para propuestas amorosas y proyectos contacta conmigo: garcialopez.alejandra@gmail.com

viernes, 16 de enero de 2015

FAN-TAS-MA

Collage de Saco Roto


Cada vez que te invoco apareces para arrebatarme de la cárcel que me sostiene y llevarme al país en el que la obscenidad es sagrada.  Me susurras que será la última vez que vienes, pero sabemos que no es cierto. Ni yo me puedo resistir a ti ni tú a mi cuerpo.
   
Siento tu aliento cálido acariciándome la nuca. De mi piel salen esporas que flotan en el aire y entran en nuestras bocas con el primer beso húmedo. Tu lengua invade mi garganta. Siento tus ganas de abrirme en canal y meterte, de vaciarme de sangre caliente y lamerme por dentro. 

Tu respiración en mi oído me acelera. Me corrompes, cierro los ojos y ya no soy yo.  Comienzan las taquicardias. El oxígeno que transporta mi sangre se convierte en densa libido que fluye magmática y a borbotones irrigando cada centímetro de mi cuerpo.  En ese momento me metamorfoseo. Tengo un demonio bailándome dentro; un demonio carnívoro y devorador que pide a gritos que me muerdas hasta hacerme daño, que me dejes marcas para sentirte cuando no estés. Así es como intento coagular la excitación de nuestros momentos; la única capaz de evaporar de mi inconsciente la idea de comerte hasta hacerte desaparecer, de despedazarte a bocados y deglutirte hasta que tu esencia se mezcle con la mía y así poder llevarte siempre en mis entrañas.

Sabes bien cómo hacerlo. Sabes bien como quemarme y turbarme hasta que pierdo el sentido de la realidad. Juegas conmigo, me haces desearte con ansias de vaciarme en ti. A partir de ahí soy una bestia sin voluntad que no se hace cargo de la violencia sexual que es capaz de desencadenar. Acercas las yemas de tus dedos a mi piel sin llegar a tocarme a sabiendas de que a partir de ahí soy tuya y que no anhelo nada más que sentirte penetrándome con tus manos. Te haces esperar. En el fondo te doy miedo. Eso te excita y hace de nuestro juego una placentera tortura que siempre termina en dos ombligos ahogados en fluidos corporales, huellas  del éxtasis secreto.  

Al fin me tocas y comienzo a temblar. Oleadas vibratorias me recorren partiendo del punto de mi cuerpo en el que se encuentre tu boca en ese instante, expandiéndose en ondas concéntricas desde el núcleo de mi sexo hasta las extremidades.  Juegas con tu lengua sedosa y caliente alrededor de mis pezones. Postergas, todo lo que tu deseo te lo permite, la ocasión de morderlos. Nadie me ha comido los pechos como tú; como si intentaras exprimir todo lo que soy para ti, paraluego relamerte pensando que eres causa de mi éxtasis. 

Subes y bajas aleatoriamente por mi vientre. Te desvías hasta los costados dónde sabes que tengo varios puntos calientes. Combinas caricias con arañazos, soplos con mordiscos.  Somos dos cuerpos que luchan por engullirse  clavándose el uno en el otro. Nos apretamos como si fuera lo último que fuésemos a hacer en la vida. Juntamos boca con boca, pecho con pecho y pelvis con pelvis hasta hacernos daño. Nuestros brazos nos rodean y nos auscultan mutuamente convirtiéndose en la fortaleza que nos separa del resto. Siento el calor ; tu cuerpo se aligera desprendiéndose del agua que le hace ser.

Respiras fuerte y pacientemente delante de mi coño.  Mi olor es como el alimento que hace crecer tu deseo. La serpiente que tengo enroscada en la parte baja de mi espina dorsal se despierta.  Da extáticas sacudidas dentro de mí, reclama entre alaridos que metas tus manos dentro hasta que llegues a ella. Acaricias suavemente mi frondoso y brillante vello. Coqueteas con cada pelo y pasas el revés de tus manos por mis labios cada vez más enrojecidos e hinchados de la tensión que resulta de no poder saciar mi apetito insaciable.  Rozas tu nariz con mi clítoris. Yo te agarro la cabeza con fuerza y te empujo hacia mí. Te ahogo entre mis piernas porque quiero que tu boca y mi sexo se peguen hasta convertirse en partes de un mismo cuerpo.  

Mojo las sábanas que tú ya estabas empapando desde que me metiste los dedos. Tú también vibras mientras me penetras y yo te masturbo con mis pies.  Acompañas las envestidas de tus manos, taladrándome lo más profundo de mi ser, de sentidos lametones de amor sobre el pequeño montículo que es origen de nuestra energía orgónica. Sientes mi vagina hincharse como un globo. Siento tu sangre burbujeando y tu cuerpo pedirme que no se termine nunca. Nuestras respiraciones se sincronizan, nuestros gemidos se acompañan como si fueran dos voces de la melodía que orquesta nuestro ritual. Dejamos de ser tú y yo y nos convertimos en fuego. Nos incineramos mutuamente mientras nuestras vísceras se arremolinan en una orgía de cuerpos danzantes en la carnal magia del infierno. 

Empiezo a encontrarme mal, a sentir que no puedo. Se me nubla la vista y cada vez te oigo más lejos. Tú no te asustas porque ya sabes qué pasa cuando nos envolvemos. Dejas que me vaya poco a poco, que mi consciencia se turbe hasta que desaparezca mi ego. Nuestros latidos asalvajados y acompasados son cada vez más intensos.  Nos despegamos de la cama varios metros; levitamos convertidos en un solo ser que no tiene máscara, que siente sin miedo.  Nos frotamos como animales, nos lamemos hasta los sesos. Te trago de pies a cabeza y tú a mí y así es como nos poseemos. 

De pronto un orgasmo múltiple nos atrapa y nos resquebrajamos en espasmos que nos secan la garganta. Bocas abiertas, ceños fruncidos, uñas clavándose en la piel y sexos ahogados en su propio jugo es lo que queda de la descarga eléctrica causante de nuestro desvanecimiento.  Siento que muero. Algo en mi muere en cada encuentro y renace con hambre de volver a engullirte.  Cuando despierto ya no estás. De ti sólo queda el recuerdo de tus lunares salpicando tu piel y el olor arrebatador de tu sexo.  Te invoco de nuevo diciendo tu nombre en la oscuridad,  te interpelo para que vengas de nuevo. Lo único que sucede entonces es que me escucho pronunciar cada sílaba de tu nombre: “Fan-tas-ma”. Eso y el silencio. 

Collage de Saco Roto. Relato elaborado para la web Sex3.0

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