Anoche soñé con tu tierra. Danzábamos desnudos por los alrededores del río, nos bañábamos, corríamos. Era mágico.
Todo estaba florido y con colores muy vivos. La brisa movía las hojas de los árboles emitiendo ése sonido tan característico y nos arropaba suave y cálida. El agua brillaba por los rayos del sol que se reflejaban. Era de día y de noche al mismo tiempo. La luna nos miraba y los planetas se alineaban en nuestro honor.
Convertidos en el uno, tu y yo y todo lo vivo que hay en la tierra comulgamos en el acto mágico. Olía a primavera. Los pájaros cantaban entonando una alegre sinfonía y tú te reías muchísimo.
Éramos felices. Éramos libres. A decir verdad ahora que lo recuerdo y por las emociones sensoriales que experimentaba, por la nitidez y el brillo de las cosas, parecía un sueño, pero no lo era…
Era así en realidad. Así de bello y así de misterioso. Era el paraíso. Probablemente porque cómo dijo Dovstoievski habíamos decidido hacer de la tierra el edén y lo habíamos conseguido...
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