Desde las entrañas del volcán

Desde las entrañas del volcán
Blog-experimento. Espacio onírico. Utopía en proceso de construcción. Soy comunicadora audiovisual, guionista, escritora, feminista, militante de lo colectivo, artista, activista, anticapitalista y hechicera de la revolución. Colaboro con varias publicaciones y me apunto a un bombardeo. Para propuestas amorosas y proyectos contacta conmigo: garcialopez.alejandra@gmail.com

jueves, 28 de julio de 2011

El cuervo

Me acuerdo perfectamente de la primera vez que escuché la historia. Tenía 5 años, era invierno y hacía mucho frío. Mi padre solía contarme un cuento, todas las noches, antes de dormir. Aunque esa noche fue diferente. Yo no llegaba a comprenderlo del todo, pero saqué mis propias conclusiones.

Recuerdo la sensación que me producía. Los escalofríos hacía que se me erizaran los pelos de la nuca. Me daba pánico que el pájaro de las tinieblas, viniera del inframundo para llevarme, a mí o a alguien de mi familia. 


Después de fabular, siempre con las mismas palabras, mi padre me decía “ y ahora duérmete, no tardes...el cuervo sale a estas horas del Hades y viene a buscar a las personas que no duermen cuando deben…”. Eso me dejaba temblando. 


Mi padre hablaba de ése pájaro como un ave de color negro y ojos brillantes que te observaban fijamente en la noche, para comprobar si estabas durmiendo. Se mimetizaba con la oscuridad y, llegado el momento, sólo podías ver esos dos puntos rojos, brillantes, flotar en el aire y dirigirse a ti a toda velocidad.  Y este movimiento era acompañado por el batir de sus alas que no veías y un susurro cuya procedencia era indescifrable y que lo envolvía todo de una atmósfera insólita.


Tras arroparme y darme un beso en la frente, salía del cuarto y me dejaba una pequeña luz encendida. Este era el peor momento. Entonces todas las palabras que el había utilizado para describirme el mundo de las sombras, retumbaban en mi cabeza: almas en pena, gritos de angustia, Caronte el barquero y Cerbero aquel perro enorme de tres cabezas, que me daba pavor absoluto.

Esa noche, al salir mi padre de la habitación, un miedo mayor que al que estaba acostumbrada, recorrió mi cuerpo desde los pies a la nuca. De pronto, la sombra de lo que parecía ser un pájaro, se apoyó en mi ventana. No lo veía de forma nítida pues el exterior estaba oscuro, pero lo reconocí por esos dos puntos brillantes que me miraban en la oscuridad. Fuera los árboles se movían mucho y el viento y la lluvia producían un sonido aterrador. Comencé a escuchar el batir de sus alas y vi sus ojos candentes y flotantes desaparecer en el exterior.

En ese momento, escuché a mi madre gritar. Estaba temblando hasta que escuché un susurro que dijo “Nunca más, nunca más”. Entonces cerré los ojos fuertemente y recé para poder dormirme rápidamente, a pesar de la angustia, por haber escuchado ese alarido de dolor. Al día siguiente, mi madre ya no estaba. “Se la llevó el cuervo” dijo mi padre. Y entonces todo encajó. Eso es todo, y nada más.

Fin

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